(Religión en Libertad) - Michael O’Brien hoy es uno de los periodistas y escritores más brillantes y leídos del mundo, y un referente en el panorama católico internacional
Ha publicado algunas de las novelas católicas más leídas del mundo, es ensayista, pintor y director la revista familiar «Nazareth Journal». La editorial LibrosLibres acaba de publicar «La última escapada», una obra que escribió en 1999 sobre el «totalitarismo suave» y el adoctrinamiento del Estado. ¿Le extraña que en España casi no se hable de él? Lea esta entrevista y comprenderá por qué tan pocos medios se atreven a publicar lo que O’Brien piensa, dice y escribe…
- La última escapada (LibrosLibres) describe un Estado que adoctrina, impone el aborto y el relativismo, y silencia a quienes lo critican. ¿Alerta sobre el futuro, o fotografía la actualidad?
- Cuando escribí el libro, la situación en mi país avanzaba hacia el totalitarismo suave descrito en la novela. Lo escribí como advertencia. No preveía con qué rapidez se desarrollarían los acontecimientos en esa dirección. La situación aún no es tan mala, pero las nuevas leyes invaden gravemente la vida familiar. Por ejemplo, el derecho de los padres a educar a sus hijos sobre cuestiones morales según sus creencias, y a mantenerlos fuera de los programas de ingeniería social y de ideología de género en lo tocante al aborto y la orientación sexual. La libertad de expresión y la libertad religiosa han sido gravemente socavadas por comisiones de derechos humanos, que investigan y castigan delitos de odio. Los activistas homosexuales han utilizado estos tribunales para acosar a ciudadanos de a pie, obispos, sacerdotes y a ciertos medios de comunicación, porque dicen la verdad sobre la naturaleza desordenada de los actos homosexuales. La Iglesia es la primera defensora de la dignidad de la persona homosexual, pero habla claramente sobre las heridas psicológicas y el pecado que hay en sus actividades. Ésta es sólo la dimensión material de una revolución social que exalta derechos sin responsabilidades.
- ¿Es posible hoy que una democracia persiga con violencia a quien no comulgue con lo políticamente correcto?
- La forma más peligrosa del totalitarismo es la que oculta su naturaleza bajo las banderas de libertad y democracia. Es de suma importancia observar con atención las decisiones de los Gobiernos y los frutos de esas decisiones, y hacer todo lo posible para resistirnos al adoctrinamiento. Los cristianos, en mi país, no son llevados a campos de concentración, pero, con frecuencia, las familias cristianas han tenido a sus hijos confiscados por el Estado, tras ser acusadas de abuso, término que puede significar cualquier cosa en virtud de la ley. Maestros o vecinos pueden realizar una denuncia anónima, y de inmediato la policía y los trabajadores sociales van a casa o a la escuela, y se llevan a sus hijos a un hogar de acogida, sin que sus padres sepan dónde están, hasta que un tribunal decida si son o no culpables de abusos. Esto se ha convertido en un instrumento de terror, que hace que muchos padres duden a la hora de resistirse al Estado. El Gobierno dice defender los derechos del niño. Irónicamente, lo dice quien mata a cientos de miles de niños cada año con el aborto y obliga a todos los ciudadanos a pagar estos asesinatos con sus impuestos.
- En las escuelas canadienses y españolas se ha impuesto una asignatura que adoctrina en el relativismo…
- Todos los Gobiernos saben que la educación es la clave para la formación de la conciencia del pueblo, y que la juventud es la etapa en la que se forman opiniones que afectan al orden sociopolítico. Ahora, incluso bastiones de la democracia aplican un radical cambio social en su pueblo, violando los principios fundadores de sus naciones. Filósofos católicos han señalado que la propaganda sobre la libertad aumenta a medida que la libertad real se reduce.
- Sin embargo, ambos países han vivido el despertar de un movimiento social frente al adoctrinamiento estatista.
- Siempre hay esperanza, siempre. La resistencia al estatismo tendrá éxito en la medida en que la Iglesia dé testimonio valiente junto con las familias, y defienda sus derechos cuando el Estado intente barrerlos. Es esencial que las personas de fuerte carácter moral -sobre todo políticos, legisladores, periodistas y educadores- estén dispuestas a mantenerse firmes en el ámbito público y a defender la verdad frente a la ola de relativismo moral, incluso si eso supone arriesgarse a perder la seguridad o el éxito de sus carreras. La revolución materialista, que se ha apoderado de Occidente en un abrazo mortal, ha llegado a este punto porque nos ha faltado el valor de defender la relación entre verdad y amor, como dice el Papa en Caritas in veritate.
- ¿Necesitamos los católicos reaccionar social, cultural y políticamente?
- Sí, y de forma urgente. Hace años, muchos cristianos no habían interiorizado la fe como un camino para su vida. La mayoría de las personas de buena voluntad no entendían la naturaleza de la guerra que durará hasta el fin de los tiempos y en la que todos estamos involucrados. Cuando la civilización cristiana comenzó a erosionarse, y la revolución tecnológica empezó a remodelar la conciencia humana, los católicos nos sentimos en peligro de extinción, pero no sabíamos reaccionar. Ahora, estamos aprendiendo a resistir y, lo que es más importante, a construir la civilización del amor. Estamos fortaleciéndonos interiormente, en una comunión entre nosotros como no hemos vivido desde los primeros siglos de la Iglesia. Nuestra fuerza está en el incremento de la unión con los obispos, con la Iglesia universal, con Pedro.
- Europa ve a Obama como un mesías que resolverá nuestros problemas. En El padre Elías, alerta sobre un político así, que resulta ser el Anticristo…
- Obama es un icono transnacional del líder: gran solucionador de problemas insolubles, reconciliador de tensiones insoportables, curandero del mundo, creador de la paz, ecologista, humanista laico y religioso sincretista. Es un laico mesiánico. Invito a sus lectores a reflexionar sobre los puntos 673-677 del Catecismo, donde habla de la verdadera naturaleza del mesianismo secular. No sé si Obama es una figura del Anticristo, pero está fuera de toda duda que sus políticas de lucha contra la vida están en el reino del espíritu del Anticristo.
- Los católicos, ¿hablamos y enseñamos demasiado poco sobre el diablo?
- Hacer hincapié en la realidad y las actividades del diablo es un peligro, aunque Jesucristo es infinitamente más fuerte. Las actividades de los espíritus malignos aumentan espectacularmente en tierras de la antigua cristiandad, disminuye la fe y nos invaden otras espiritualidades. No hay que confundir los trastornos psicológicos con la posesión diabólica, pero tampoco hay que presumir que toda obsesión por el mal tiene un origen puramente psicológico. Esa presunción es increíblemente ingenua.
- ¿Por qué hay tan pocos escritores católicos de éxito?
- Un gran número de escritores católicos han decidido no expresar los temas cristianos en su trabajo. Como el joven rico del Evangelio, rechazan la llamada a ir por un camino más peligroso y también más bello. Olvidan que ese camino lo recorrerán con Cristo y con el poder del Espíritu Santo, ante quien caerán barreras imposibles. En última instancia, es una cuestión de fe y de esperanza. La revolución materialista neutraliza más eficazmente la disidencia no por la violencia, sino por la negación de espacio en el que crecer. Por encima de otro factor, un verdadero artista crea lo que ama. Si un cristiano ama a Dios y a la Humanidad no sólo en abstracto, se da cuenta de que el mundo es un jardín de maravillas y milagros.
- ¿Cómo le influye la oración?
- Cuando empiezo a escribir, me consagro al Señor, invoco la intercesión de los santos y pido al Espíritu Santo su presencia activa. Ruego a mi Padre que me dé la inspiración para contar una historia verdadera y bella que sirva a los demás, y le pido que un ángel me ayude. Cuando me olvido de ello, la escritura es más difícil y no respira como una obra viva.
Un retrato estremecedor…, y real
En La última escapada, O’Brien describe un aborto por nacimiento parcial. Nos ahorraremos calificativos: léala y opine usted mismo.
«-Antes de llegar aquí, era profesor de neurocirugía en un laboratorio de investigación cerebral. Teníamos millones de dólares a nuestra disposición. Comprábamos cuerpos. Cuerpos vivos. Yo tenía un interés especial en ampliar las fronteras de la investigación a fin de hacer avances en la curación del Parkinson, del Alzheimer y de la epilepsia. La cuestión es que la mayor parte de las técnicas abortivas cortan al bebé en trozos, y era un asunto bastante desagradable para los asistentes el ir a buscar entre los trozos algún tejido cerebral aprovechable. Así que pagábamos a mujeres que iban a abortar para que dieran a luz al niño y lo entregaran en el laboratorio. Incluso pagábamos a muchas para que se quedaran embarazadas. Bastantes eran inseminadas artificialmente. Pueden ser necesarios docenas de niños para proveer de tejido cerebral a un solo paciente. (…) Matar es fácil. Das a la mujer un anestésico local. Te agachas y agarras una de las piernas del niño con fórceps y tiras de ella hacia fuera. Luego extraes al niño con mucho cuidado para dejar la cabeza dentro. No te apetece oír ruidos. La base del cráneo queda expuesta. Metes las tijeras ahí, en la base del cráneo del bebé, y las abres para agrandar el agujero. Se mueve un poco. Luego pones un catéter para succionar y así se saca el cerebro. (…) Un día hubo un caso que no salió según estaba previsto. El niño se escurrió demasiado rápido y acabó en mis manos antes de hacerme cargo siquiera de lo que había pasado. Abrió los ojos. Respiró y gritó. La madre lo oyó y movió la cabeza, buscándolo. Comenzó a pelear, se veía que tenía dudas. Una enfermera la sedó mientras yo cerraba la boca del niño con la mano, robándole el aire con mi pulgar. Se torció mucho. Me miró mientras moría. Me miró. (…) Le devolví la mirada. No tenía que haberle devuelto la mirada, no tenía que haber vuelto a mirar. (…) Era un niño. Una persona. Esa niña pequeña anónima era -de un modo que no puedo explicar- mi propia hija, o mi hijo o…, mi mujer. Me dije a mí mismo: ya está, nunca más trabajaré en esta industria de la muerte».
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